20 de diciembre de 2007 ITALIA

Spe salvi

La segunda encíclica de Benedicto XVI, Spe salvi, lleva fecha de 30 de noviembre, fiesta de San Andrés, apóstol. La primera copia del documento fue enviada al patriarca de Constantinopla, Bartolomé I. El patriarca agradeció prontamente el gesto de delicadeza del Papa. En efecto, coincide que San Andrés es el patrón de la Iglesia ortodoxa. El detalle venía a continuación de la restitución, por parte de la Iglesia católica, de las reliquias de san Andrés al patriarcado de Constantinopla. Según el patriarca Bartolomé I, esta encíclica es un gran signo de esperanza para el diálogo ecuménico.

La gratitud del patriarca de Constantinopla debe suscitar también la nuestra. Con la Spe salvi, el Papa nos restituye en todo su esplendor la virtud de la esperanza, que a menudo en nuestras vidas aparece lánguida, casi apagada, a pesar de que sin ella difícilmente podemos decir que tenemos fe.

La reflexión del Papa sobre esta virtud es un regalo precioso que unifica nuestra fe y nuestra vida. Benedicto XVI sabe mostrar la importancia y la necesidad de la esperanza, así como su belleza y grandeza. Sabe encender en nosotros el deseo de poseerla, de vivirla, de concederle más espacio. Y lo hace con un estilo limpio, lineal, apasionado, que nos clarifica y alienta.

Lo que hace la lectura agradable y útil es el hecho de sentirse constantemente en comunión con un hombre de inteligencia superior y de vasta cultura, en parangón con los hombres que han marcado el pensamiento de la humanidad. Y al mismo tiempo, es un hombre de fe profunda, abierta a la razón, familiarizado con los santos modestos como Bakhita lo mismo que con los Padres de la Iglesia. En compañía de Benedicto XVI nos sentimos constantemente iluminados por la fe y por la razón. Él habla a nuestras experiencias espirituales más fuertes y a nuestra inteligencia que observa el mundo, sus problemas, sus luces, un mundo al que pertenecemos con todo derecho. El Papa arroja luz sobre los desafíos que la ciencia, la tecnología, el pensamiento filosófico y las ideologías, le plantean a él y nos plantean a nosotros. Es una reflexión que vigoriza nuestra vocación de discípulos del Señor con el orgullo de ser hombres de nuestro tiempo. No es una luz para iluminar solamente a un monasterio que ya está bien alumbrado, sino para proyectarla sobre el mundo interpelando a los hombres de pensamiento. Estamos ante una profesión de fe inteligente y pública, que invita a todos los cristianos a salir de sus ámbitos privados para dar testimonio delante de los demás.

La encíclica Spe salvi invita a una doble lectura: una primera hecha con rapidez para hacer un recorrido de todo el texto, dejándose sorprender continuamente ante el flujo de las ideas expuestas. Y luego una segunda lectura, tranquila, por partes, en clima de oración meditativa.

Tenemos que dar las gracias a Benedicto XVI por este gran reto de la esperanza. Y lo podemos hacer dando a conocer el contenido de la encíclica, rezando con ella, y llevando el recuerdo del Papa a nuestras oraciones.

H. Giovanni Maria Bigotto


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